Democracia verde

Publicado 7 octubre, 2012 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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La medida de fuerza de las fuerzas de seguridad cristalizó la brecha de calidad que existe entre la sociedad y su dirigencia política en sus respectivas concepciones sobre la democracia. Como si una y otra hubiesen madurado sus convicciones a ritmo diferente, desacopladas.

Mientras en la sociedad es extendido el acuerdo sobre que, aún con los matices del caso, se trata del ejercicio de un derecho democrático; por el contrario, el discurso político ha estado plagado de frases hechas y anacrónicas, cargadas de prejuicio, bien aplicables al contexto del país de hace unos veinticinco o treinta años.

La coincidencia de los diputados jefes de bloque en condenar la desmesura de la protesta verde, fue la máxima expresión de este distanciamiento conceptual sobre la democracia, demostrando solamente la buena salud de la solidaridad corporativa de la política. Puro fetichismo en defensa propia. Alimentó además una contradicción flagrante: el Gobierno campeón de la no criminalización de la protesta social, enrostra a una protesta el peor delito institucional.

Otros argumentos igualmente blandidos por Gobierno y oposición vienen en apoyo de nuestra tesis, como el de que se trata de agentes “que portan armas” o el de la “cadena de mandos” y su contracara, la “insubordinación”. Llama la atención la superficialidad con que se los esgrime, sin tener en cuenta que, ni los agentes buscan usar en el reclamo esas armas que portan, ni la verticalidad puede ser un aparato obturador del reclamo legítimo por los derechos propios.

Realidad o fantasma, en el fondo, esta actitud de la política encierra además una confesión alarmante: es ella la que, erguida en dirigencia civil de fuerzas armadas y de seguridad desde el retorno de la democracia, parece no confiar en el éxito de su propia obra. Una autoconciencia íntima de fracaso que dificulta la credibilidad sobre otros éxitos del mismo relato.

El corazón del problema también tiene que ver con eso. Es una forma de actuar o practicar la democracia, en consecuencia con cómo se la concibe por parte de quienes detentan el poder: en Gendarmería y en Prefectura, como en la sociedad, se privilegió a los encumbrados y perjudicó a los subalternos. Después, se buscó cerrar el camino del reclamo con argumentos como los que recuerdan “la importante función social” que cumplen. Como si estuviera escrito que con el esfuerzo a sueldo de hambre de los de abajo se han de mantener los privilegios de los de arriba. Ciertamente, una versión raquítica de la democracia.

La demonización de la vía cautelar para contener los avances de la arbitrariedad política, denostada como una industria destituyente, es más de lo mismo: la reticencia de la política a aceptar los recursos propios de una democracia republicana para limitar efectivamente los avances del poder.

Queda evidente entonces que, en materia de convicción democrática, ahí marcha la sociedad delante de sus dirigentes, que no logran canalizar las demandas nuevas en sus moldes viejos. Es otra cara de la crisis de representatividad y de la democracia definida tan rudimentariamente por y para los que mejor viven de ella, los representantes.

Interna peronista, con un cambio radical

Publicado 2 julio, 2012 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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Algo huele mal en el Estado de Juan Domingo. Mientras pelean en los discursos por sus credenciales, los peronistas fragmentan en cuatro el aguinaldo, un derecho peronista fundamental.

El argumento de una Cristina que, en su marcha inexorable por el «todo», extrema su técnica unitaria del ahogo financiero para anular a su más probable sucesor, es incompleto. La novedad, que debe ser puesta de relieve, es que ella ya no cuenta con los recursos públicos cuya administración discrecional fue la fórmula de su magia. Se los ha gastado todos.

A esta altura, la intentona presidencial por licuar su costo político responsabilizando a Scioli por el ajuste, parece ser, en todo caso, un subproducto. Mostrarse como no queriendo dar lo que en realidad no tiene, es otra muestra de inteligencia de la propaganda gubernamental, que enmascara una debilidad y la dibuja potente en la impotencia.

Para el populismo solo existe el corto plazo (por eso gasta a cuenta de las futuras generaciones); pero lo de Scioli, que tuvo seis meses para prever de dónde obtener los fondos para abonar a término el aguinaldo de sus empleados públicos, es negligencia pura. Toda su astucia se agotó en la estrategia de evidenciar la responsabilidad de la Presidente, mujer malvada e inescrupulosa que juega con la mesa de los bonaerenses. Puro corazón y pases cortos, como en los partidos de La Ñata. Olvida el gobernador que el minué de extorsionado y extorsionadora que vienen bailando los inculpa a ambos y que preferir a uno o a otra es un ejercicio de perversión.

Es cierto entonces que, otra vez, el Partido Justicialista se pone en marcha para dirimir el nombre con el que ha de autosucederse; y que, de nuevo, juega para ello con la suerte de la República. Pero repito, esta vez hay un cambio radical en su lógica peronista de «gastar para que otros paguen las cuentas»: ahora deben pagarlas ellos. Será la primera batalla que libren con las dos variables de su lado: el Gobierno y la escasez. Es prueba de esto que argumentos del tipo «defensa de los indicadores macroeconómicos» empiecen a formar parte ahora del relato presidencial, otrora netamente progresista.

Esa novedad de un peronismo administrador de la carencia podría reinventar la historia si, compelidos por las circunstancias, sus dirigentes se abocaran a la construcción, alejándose de la vocación destructiva que han mostrado siempre en este repetido punto del ciclo político nacional. Si fuera así, podrían utilizar su poder para encauzar los grandes debates pendientes, como el del esquema de coparticipación, y concentrar en ellos su pasión por las «realizaciones». Por sus obras los conoceréis.

Pero también del lado de los ciudadanos aparecen desafíos importantes, como el de convencerse de que el relato de Scioli ha perdido anclaje real, tanto como el de la Presidente, aunque suene mejor; o el de hallar la manera de terciar en la disputa motivando una redefinición de prioridades, incluso con el auxilio de la Justicia, para limitar los efectos nocivos de este juego fuerte por el poder real: a esta altura, dispendios populistas como el de los recitales a cielo abierto y a orillas del mar lucen, al menos, reprochables.


Militar o limitar. Y la opción de las cacerolas

Publicado 9 junio, 2012 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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Tarde pero seguro. La estrategia discursiva de deslegitimación de las cacerolas que los comunicadores amigos están desplegando para dotar de contenido el deliberado silencio presidencial, es evidente.

El recurso de descalificar el fenómeno por su sujeto es el más utilizado y peligroso.

La primera reacción fue la de siempre: tildarlo de sector minoritario. Esto, o expone una contradicción fundamental en un “Gobierno de las minorías” como éste; o prueba para siempre que cambia de colores según la ocasión. Si fuera esto último, el color actual es de un autoritarismo más intenso, porque negar por supuesto raquitismo numérico un derecho fundamental como la libertad de expresión, desdibuja el respeto de las minorías en que, al fin de cuentas, consiste la esencia de la democracia.

La opulencia de las cacerolas golpeadas es otro de los pilares predilectos del discurso deslegitimador. Se insistió en esto hasta con el chistecito repetido de las ollas Essen. Va acá toda una declaración de principios (y de fines) que, en realidad, entristece: la apuesta de este Gobierno es por un país de muchos muy pobres y pocos muy ricos. Esa sola idea es todo un crimen en la Argentina de las posibilidades.

Santa Fe y Coronel Díaz peca por pretender mantener viva esa clase media que están desapareciendo por vampirización, pero peca sobre todo porque comprendió que solo quienes resisten por la dignidad podrán acudir al rescate de los excluidos. Al final, hay mucha más solidaridad social en los vecinos de cacerola actuante que la que se decide ver (y mostrar) desde los atriles presidenciales.

Lo que desconcierta al oficialismo es que queden claros los términos de la opción fundamental: militar o limitar. Y que si bien cada ciudadano es un mundo de razones, se empieza a tratar cada vez más de un rechazo común a las desmesuras del poder por parte de quienes todavía podemos rechazarlas. Es una toma de posición que preserva la salud de la República.

Hacer algo tan simple como golpear un elemento tan rudimentario como una cacerola es ciertamente primitivo. Con todo, por su contenido limitante y por comparación con otras prácticas incluso fomentadas desde el propio Gobierno, el cacerolazo encierra en sí mismo un importantísimo grado de civilización.

La reina ya estaba desnuda

Publicado 5 marzo, 2012 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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Un discurso de más de tres horas y un silencio de más de tres días empujaron a parte de la sociedad a romper el pacto de credulidad que la enlazaba con la presidente. Como si la tragedia de Once (en el contexto de una economía que decrece, claro) hubiera evidenciado el altísimo costo de vivir “haciendo como que creemos”

El método presidencial fue siempre el método de Procusto: mutilar la realidad para encajarla en las estrecheces de su discurso; pero nunca había sido tan severamente cuestionado. Tal vez, lo es ahora porque la distancia que separa dato de relato se mide ya en años luz (o en número de muertos)

Sobre el rosario de contradicciones que anidan en el libreto oficial, se ha dicho casi todo. Queda por anotar que pegan como violencia en el psiquismo colectivo y atizan el malestar social. No es poca cosa.

La pregunta sobre qué hizo que gran parte de los “crédulos” amenazara con incumplir su parte en el trato con el poder presidencial (creer con ligereza), se responde más por el lado del sentimiento que del razonamiento: molestó sobre todo la falta de empatía, la incapacidad afectiva de la presidenta para conectar con el sentir del pueblo que gobierna.

Es cierto, autorreferencial como siempre, Cristina de Kirchner sólo se acercó al dolor ajeno cuando lo comparó con el suyo propio, erigido como la medida única que sopesa y da sentido al dolor de los demás. Una falta de consideración que la sociedad parece no estar dispuesta a dejar pasar impunemente; sobre todo viniendo de ella, que debe a la conmiseración del buen pueblo argentino una parte importante de su nueva legitimidad.

Lo que vuelve a quedar en claro, en fin, es la brecha que separa a los ciudadanos de a pié (o de en tren) de la dirigencia política y, como contrapartida, la espontaneidad que domina la toma de decisiones ciudadanas: gran parte de este pueblo desencantado, que ve ahora lo que no pudo o no quiso ver antes, acaba de ofrendar a esta misma presidente y a su política corrupta más del 54% de los votos (y casi el 100% del poder) Hay también una seria responsabilidad en eso.

El abrazo del oso

Publicado 9 febrero, 2012 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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La concurrencia de algunos miembros de la oposición al after-office de la presidenta expone con fuerza de confesión el modo de ser (corporativo) y de hacer (pícaro y egoísta) de casi toda la clase política nacional.

Es sabido que la cuestión Malvinas es utilizada (profanada) por los gobiernos de acá y de allá para forzar convocatorias emotivas que conciten la atención del pueblo y lo distraigan de lo demás. La novedad es que esta vez la ciudadanía informada sucumbió notoriamente menos a la intentona, que la parte opositora de la política, teóricamente mejor preparada para resistirla, por experiencia, temple y formación.

Es grave para la República la confusión de conceptos de una oposición carente de toda iniciativa política y de nuevo enredada en los juegos del poder. Claro que se esgrimieron argumentos para justificar el traspié, pero eran la mediocridad hecha argumentos.

Muy mal puede defenderse la democracia (principal argumento) acudiendo con la presteza de los súbditos a los pies del atril de la presidente que más poder ha concentrado, por lo menos, desde la vuelta de la democracia. Y que más arbitrariamente lo ejerció. Ella sabe ahora que está intacta su fuerza de daño.

Defienden la democracia con un comportamiento monárquico y bregan por la calidad institucional alimentando el poder de quienes “se las están llevando puestas”. Gran encerrona.

Lo de que Malvinas es “un tema nacional” (segundo argumento más escuchado) es otra confusión lamentable. Las políticas de Estado son “de Estado” porque se diseñan con el aporte de todos los sectores representativos de la dirigencia nacional. No hay derecho a la sorpresa en la República.

La desclasificación del Informe Rattenbach es auspiciosa, pero hay que interpretarla en el contexto de un gobierno antimilitar y manipulador: no podemos olvidar que se silencian mientras tanto datos importantes del presente, como las estadísticas socioeconómicas, la emisión monetaria y la pauta oficial en los medios de comunicación. Queda todavía otra dimensión preocupante y es que, de paso, la oposición concurrente se prestó a una operación de relojería, que consiste en dinamitar el corazón mismo del gran tópico nacional, al hacer foco nada más que en los errores y los abusos cometidos durante el conflicto armado. Es revisionismo en estado de ebullición.

Además, si murieron más excombatientes en la posguerra que combatientes guerreando, ¿para cuándo el informe sobre lo que hicimos mal en democracia?

Argentina solamente recuperará las Malvinas cuando se haya recuperado a sí misma, cuando luzca como un actor internacional creíble, integrada al mundo, con peso político (que en la relación entre países deriva del peso económico) y entidad moral. La contribución a ello por parte de la oposición no puede ser sino limitando los empellones del poder que tiende a perpetuarse y alzando la vista a razones más elevadas que la aspiración, legítima y muy humana, pero sobre todo tan pequeña, de emperifollarse un día para transitar por quince minutos los salones del poder.

A comprar! Que se acaba el mundo…

Publicado 1 noviembre, 2011 por universoagora
Categorías: Política Nacional

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La crisis económica internacional es una de las posibles formas del fin del mundo para la Argentina. O del fin de la Argentina que vive del mundo, que es lo mismo. Debilitado el contexto externo, el Gobierno recurrirá a la heterodoxia de salir del atolladero con más dosis de la misma medicina: expandir el mercado interno (o evitar su retracción) Es casi la única opción en sus manos después de los incumplimientos del pasado y los relatos del presente.

En este plan, es sugestivo que tres de los temas dominantes de la agenda actual coincidan en el efecto no querido (o no declarado) de empujar al consumo.

La inflación, que es arteramente negada por el Gobierno (con esas negaciones que en realidad confirman) es una invitación a comprar ahora lo que mañana quizás resulte inalcanzable: hace que la plata “queme” en las manos. Ni que hablar de la inseguridad, que obliga a pensar y repensar varias veces la peligrosa idea de guardar los ahorros en algún rincón de casa.

Un efecto similar (entre otros, por supuesto) tienen las medidas recientemente anunciadas para el mercado cambiario. Las complicaciones a la operatoria de los pequeños compradores (sólo el 30% de ese mercado, pero mucho más en la torta de televisores y celulares) terminará desmotivando el ahorro en ese refugio seguro que para nuestra mentalidad siempre significó el dólar estadounidense. Cuevas o consumo, he aquí la cuestión.

A no confundir: la suma de habilidades tácticas no redunda en inteligencia estratégica. No se trata, por lo tanto, de una gran idea que vertebre los programas sectoriales en un proyecto de país. Es la viveza criolla en la política. La probada inventiva para salir del paso.

Si decidiéramos extremar el argumento, tendríamos que anotar los beneficios que siempre arroja a los gobiernos de turno una sociedad “en estado de consumo”. Es la fuente de su respaldo social; mitad legítimo, mitad ilegítimo. Es la conocida mixtura entre adhesión consciente y dependencia inconsciente que nos hace comportar como en el último domingo de elecciones. Pero no llegaremos a tanto, porque tal vez sea paranoia.